Modelo de Consejería estructurado en dos fases:
1. Impartiendo sentido de pertenencia
2. Edificando
IMPARTIENDO SENTIDO DE PERTENENCIA
El primordial beneficio que se nos da y el principal anuncio que se nos hace al acercarnos a Dios a través de Jesucristo es que “... ya no somos extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efe.2:19). Por eso el cristiano puede decir “Yo pertenezco a Dios y por lo tanto puedo confiar; soy amado y por eso experimento mi auto estima a causa del Ser que me ama”
Este modelo de consejería surge de ese sentido de personal identidad que Dios y Su amor nos ha dado. Al aconsejar a otros podemos también comunicar el amor de Dios al acompañarlos en el proceso de superación de sus dificultades y a la vez puedan asimilar ese sentido firme de identidad y seguridad interna que nosotros poseemos. Así como Dios el Padre satisface nuestras necesidades de seguridad y pertenencia, la familia de los creyentes centrada alrededor del Padre se relaciona con otros para que puedan venir a sentirse del modo que puedan decir "pertenezco y puedo confiar". Así como Cristo satisface nuestra necesidad de auto estima, los miembros del cuerpo de Cristo son edificadores de otros y por eso los traen al punto donde pueden decir “soy amado y por tanto experimento mi auto estima”.
Hay dos elementos básicos en la consejería cristiana: sentido de pertenencia y la edificación. Note que ellos no solo expresan las dos necesidades básicas que son totalmente satisfechas cuando la identidad del ser humano es restaurada, sino que son las más importantes tareas de la iglesia. Encontramos que de los dos elementos del proceso de consejería en este modelo el de impartir el sentido de pertenencia es fundamental y luego le sigue la edificación.
Antes de comenzar a explicar el modelo es necesario afirmar que nuestro enfoque del tema es semejante a la aproximación de Dios con Adán antes de la caída. Dios llamó al hombre, ¿Dónde estás tú? (Gen.3:9) que contrasta con “tú estás aquí” que erradamente hoy prevalece en medio de la cristiandad. La verdad es, por supuesto, que nosotros no sabremos dónde está realmente ninguna persona o cuales son sus verdaderos problemas si no tomamos tiempo para averiguarlo. Averiguar donde está realmente la persona toma tiempo ya que muchas veces se encontrará muy lejos del problema que ella presentó inicialmente. Muchos consejeros piensan que tienen inmediatamente la respuesta bíblica para cada problema y tienden a decir, “tú estás aquí” antes de saber cual es el verdadero problema. Los consejeros que se acercaron a Job son un excelente ejemplo de “tú estás aquí”. Ellos determinaron la posición de Job falseando la actitud de Dios hacia él. Seguramente ningún cristiano querrá ser culpable de dar un falso mensaje del consejo redentor de Dios. La mejor forma de evitar tales errores es, en efecto, peguntar ¿dónde estás tú? Quiero entender cual es tu verdadero problema. Es vital que en cada nivel de acción interpersonal de cristiana comunión adoptemos el ¿dónde estás tú? en vez de “tú estás aquí”
Impartir el sentido de pertenencia es el más importante aspecto de la consejería cristiana efectiva. Pocas cosas pueden hacerse u ocurrir algo hasta tanto el aconsejado sienta que “pertenezco a mi consejero y mi consejero me pertenece”
La meta de este primer paso en el proceso es lograr que el aconsejado experimente el sentido de confianza en el consejero y, eventualmente, el sentido de pertenencia a la familia de Dios.
Ante este punto alguien podría preguntar legítimamente que significa pertenencia.
Milton Mayeroff da la siguiente respuesta:
“ser con” son las palabras más apropiadas que señalan el cuidado que uno hace a favor de otro. Cuando otro es conmigo siento que no estoy solo, me siento comprendido, no en forma separada de mí sino que siento que el otro conoce o sabe que es conmigo. Percibo que ese otro quiere verme tal como soy no con el fin de juzgarme sino para ayudarme. No tengo que ocultarme para aparecer mejor de lo que soy; en vez de eso puedo abrirme a ese otro y permitirle que me escudriñe. Percibo que está tratando de ayudarme a verme a mi mismo y examinar mis palabras verdaderamente. Repite mis palabras para que yo pueda oír y conocer el significado de mis propias palabras.
El cristiano funda su genuina pertenencia en la doctrina de la adopción. Dios el Padre personalmente ha adoptado hijos e hijas para Su familia, individuos únicos para Él y únicos entre ellos en una mística y dinámica forma. Los miembros de esta familia experimentan un nuevo y especial tipo de pertenencia. Es significante que el Nuevo Testamento llama a la iglesia la familia de Dios. En la epístola a los Efesios 2:19-22, coloca primordialmente a la iglesia como una comunidad de creyentes que crece alrededor de Dios. Efe.2:19-22 “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
Pablo usa aquí la metáfora de un edificio, un templo, para expresar la unidad espiritual de los cristianos. La imagen de una familia espiritual, eterna en la cual todos nosotros somos miembros es crucial doctrina y práctica para los cristianos. A través de Jesús hay un lugar para cada quien en la familia de Dios.
Pablo ha introducido el concepto de familia anteriormente cuando, en Efesios, dice, “Dios nos predestinó para ser adoptados como hijos a través de Jesucristo...Efe.1:5. En Efesios 2 después de notar que los miembros de una iglesia no son extranjeros sino conciudadanos de los santos, restringe aún más su enfoque al llamarlos “miembros de la familia de Dios” . La relación personal en medio de la familia de Dios es mucho más intensa que en la familia en general o las relaciones que tienen los ciudadanos en una extensión territorial en particular. Esta última es impersonal y legal. Por otra parte la familia provee relaciones consanguíneas. Pero el término “familia de Dios” sugiere el grado de intimidad que Dios desea con nosotros.
Ahora bien, el amor que distingue la familia de Dios trasciende las relaciones consanguíneas. Las palabras de Jesús a sus discípulos durante la última cena muestra su preocupación por la unidad de la familia de Dios. Él subraya el amor como el elemento clave de nuestra vida en común. Nuestro estándar de amor es el amor de Dios. (Juan 15:9) Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. (Juan 12:12,13,17) Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Pablo ofrece otro cuadro del amor en la familia de Dios: (1ª.Tes.2:7b,8) “…como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.”
Crear un sentido de amor familiar o pertenencia no es una opción sino un mandato. El mandamiento es perfectamente compatible con la nueva identidad del creyente en Cristo. Nosotros debemos dar testimonio de ese amor modelándolo en medio de nuestros discípulos o aconsejados. Podemos impartir un fuerte sentido de “te pertenezco” y “me perteneces” a través de la unión mística de la familia de Dios. Podemos confiar en Cristo nuestro “hermano mayor”.
La profunda necesidad de pertenencia esta claramente expuesta en la historia de Adán en el Paraíso.
Sin un sentido de pertenencia los cristianos están propensos a desarrollar problemas emocionales.
FACTORES ESENCIALES PARA CREAR EL SENTIDO DE PERTENENCIA
Apoyándonos en el mandato bíblico, el consejero cristiano debe impartir un fuerte sentido de unidad con el aconsejado. Una relación abierta, sincera, es necesaria en el proceso de ayudar a otras personas. Es importante que el consejero manifieste 1) empatía, 2) autenticidad y 3) calidez si es que desea que su aconsejado desarrolle un sentido de pertenencia.
EMPATÍA
El proceso de aconsejar debe estar caracterizado, en primer lugar, por la empatía, poniéndonos en los zapatos del otro, viendo el mundo tal como lo ve la otra persona, sin imponer nuestros propios valores o interpretaciones. Si los aconsejados van a confiar en el consejero, ellos deben sentir que son escuchados y que son comprendidos. El consejero puede inducir este sentimiento colocándose en el marco de referencia del aconsejado. Tanto como pueda el consejero debe excluir su propio marco de referencia. Aun cuando el marco de referencia del aconsejado pueda parecer tonto o débil el consejero debe estar dispuesto a tratar de comprenderlo. Empatía significa entender el marco interno de referencia y no el externo o al llamado marco objetivo de referencia. Es la habilidad para sentir de otros sus ansiedades, temores, depresiones, frialdad, confusión, ternura, amor, etc. de tal manera como si fueran de nosotros mismos. Por supuesto que sentir emociones idénticas es imposible pero el aconsejado debe constituirse, en el proceso de aconsejar, en un alter ego u otro yo en que pueda reflejarse el aconsejado. Existen dos tipos de empatía: cognitiva y afectiva y ambas deben ser ejercitadas simultáneamente, es decir, sentir lo que siente nuestro aconsejado y percibir por medio de nuestro intelecto las razones por las cuales tiene esos sentimientos. Forzosamente la empatía cognitiva tenderá a alejarnos de nuestro aconsejado pero la afectiva nos acercará de tal manera que podamos ser un apoyo efectivo en el proceso.
Los consejeros que fallan en su acercamiento empático probablemente lo hagan por hallarse en alguno de estos cinco grupos:
a) El uso de la empatía marginal. Es aquella que sólo penetra una parte de la experiencia del aconsejado.
b) La terapia evangélica. Cuando el interés del consejero está centrado, únicamente, en el cambio espiritual del aconsejado.
c) La empatía histérica. El consejero se identifica de tal manera con una emoción en particular del aconsejado que actúa de manera simbiótica.
d) La empatía compulsiva. Cuando el consejero se identifica con un estado específico del aconsejado pero no puede hacerlo con otras emociones.
e) La empatía racional. El rol profesional le impide al aconsejado profundizar en los estados emocionales y se subidentifica con ellos.
La encarnación es el más grande ejemplo de empatía (Juan 1:14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… Podemos decir que Cristo dejo su marco de referencia divino y se incorporó al nuestro, el humano. Nunca estuvo lejos de nuestros problemas, nuestras miserias o angustias. Él mismo las vivió. No fue un simple espectador, experimentó las tentaciones y presiones de la humanidad permaneciendo sin pecado. El autor de la carta a los Hebreos escribe: (Heb.4:15) “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” La palabra “compadecerse” literalmente significa “sufrir al lado de”. Es empatía de la manera más gráfica.
AUTENTICIDAD
El segundo factor, esencial para crear un sentido de pertenencia es la autenticidad.
Esto significa que los consejeros debe ser “ellos mismos” cuando se relacionen con sus aconsejados. Ser auténtico o congruente es la cualidad del consejero que le permite reflejar lo que ellos son internamente, con tal que con su conducta no hiera al aconsejado. Es virtualmente imposible generar un sentimiento de intimidad o pertenencia cuando un consejero no es auténtico. Los seres humanos, intuitivamente reconocen a la gente cuando ésta está jugando un rol no auténtico delante de ellos. Si un individuo siente que el otro no está completamente abierto o congruente consigo mismo, se desarrollan ansiedades, se distorsionan las señales que determinan la naturaleza de las relaciones entre consejero y aconsejado. Algunos por destacarse mantienen un alejamiento de sus aconsejados que impide la efectividad de la consejería. La rectitud y honestidad de Jesucristo contrastó con la conducta de los Fariseos a quienes Él llamó hipócritas. Dándose cuenta de su autenticidad, el pueblo lo escuchaba gustosamente. (Mat 7:28,29) “Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” El apóstol Pablo mostró su autenticidad cuando expresa su propio dolor ante Timoteo: (2ª.Tim.416) ”En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.”
Él clamó por compañerismo: (2ª.Ti.4:9,10,21) “Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado…Procura venir antes del invierno.” En otras oportunidades no vacilaba en confrontar a la gente: (Gál.1:6; 3:1) “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente… ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad…?”
Ahora bien, hablar la verdad en amor no significa mostrar hostilidad hacia el aconsejado. Algunos cristianos supuestamente fundamentados en el amor vierten un torrente de enojo sobre aquellos que tienen poco conocimiento de la Palabra de Dios sin pensar que ellos son una caricatura de lo que significa “hablar la verdad en amor”. Necesitan recordar como Pablo define el amor en 1ª.Cor.13.
CALIDEZ
Una de las características difíciles de adquirir por los consejeros cristianos es desarrollar calidez y respeto al aconsejado. Esta calidez es la habilidad de considerar y aceptar a otros aunque sus pensamientos, sentimientos o conductas no aceptemos. La tendencia de la cristiandad evangélica es la de rechazar a aquellos que no se conforman a las normas bíblicas (y extra bíblicas en algunas oportunidades) en lugar de darles asistencia y mostrarles consideración. No es fácil aborrecer el pecado y amar al pecador cuando éste se nos presenta en el mismo empaque. Para que pueda ocurrir un cambio terapéutico en el aconsejado, éste debe sentirse apreciado por el consejero. El aconsejado debe sentir que es considerado como una persona de valor y que es respetado. Esto no significa que debemos pasar por alto la conducta reprochable del aconsejado ni que acepte como correcto o deseable esa conducta. Pero el consejero debe ir más allá de esas actitudes, deberá preguntarse ¿qué es lo que hace a esta persona tan destructiva u hostil? o ¿qué es lo que la hace tan callada o apartada?. La demostración del incondicional amor de Dios para con nosotros que estábamos separados de Él es Jesucristo . Colgando de la cruz Cristo estaba diciendo: “Yo los amo tal como son – rebeldes, injustos, pecadores – y estoy dispuesto a cargar con la ira del infierno por ustedes”
EDIFICANDO
La segunda fase de este modelo es la edificación que no es más que el fortalecimiento del corazón del aconsejado. La palabra edificación tiene mucho que ver con crear cimientos o bases para una vida prolongada. (Rom.15:2) “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.” (1ª.Tes.511) “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.”
La meta de la edificación es lograr que el aconsejado obtenga una perspectiva objetiva, saludable e integrada de sus problemas y de sus posibilidades sobre ellos, sobre otras personas y el mundo que le rodea. En el proceso el aconsejado se percatará que habrá que realizar algunos cambios en su vida. A medida que el aconsejado comience a verse más objetivamente, el consejero podrá ayudarlo a identificar y aplicar en sus vidas los recursos que no ha utilizado y aquellos subutilizados, especialmente las doctrinas bíblicas. El resultado será un significativo y positivo cambio. Así como el aconsejado va internalizando conceptos cristianos relevantes y pertinentes de esa misma manera va logrando restaurar su identidad en Cristo y será capaz de desarrollarse y conducirse con mayor efectividad.
En esta fase existen dos componentes básicos: 1) la auto revelación o descubrimiento personal y 2) la confrontación.
AUTO REVELACIÓN
Esta forma de edificar es semejante a la reenmarcación de conductas en las cuales el consejero revela información apropiada acerca de sí mismo, incluyendo sus ideas, sentimientos y actitudes. Da a conocer experiencias que ha tenido y que son similares a los de su aconsejado. Muchos consejeros están en desacuerdo con este elemento de la consejería, especialmente los terapeutas seculares quienes arguyen en contra señalando los peligros de esta representa, sin embargo creo que si una persona va a ser ayudada debe saber que su consejero es una persona con la que puede desarrollar una comunión genuina, auténtica ya que sufre y ha padecido tal como su aconsejado. Por supuesto que debe cuidar algunos aspectos de esta auto revelación como son intimidades que podrían confundir al aconsejado; material no apropiado que en nada ayuda al proceso de consejería; el exceso de información que puede dañar la relación consejero-aconsejado; la falta de evaluación del impacto de la auto revelación en el aconsejado; no considerar las diferencias en lugar, tiempo y oportunidad de la experiencia que se auto revela o divorciar su auto revelación de la doctrina bíblica que se quiere enseñar. En general, puede haber auto revelación cuando una frase breve puede ayudar a introducir una verdad relevante de la Biblia sin interrumpir el proceso de sanidad psicoespiritual en el aconsejado.
CONFRONTACIÓN
El segundo componente de la edificación es la confrontación. En el proceso de consejería en consejero podrá notar algunas discrepancias o inconsistencias en los pensamientos y acciones del aconsejado. La confrontación es “comparar y examinar las diferencias y discrepancias entre sentimientos, valores, conductas y actitudes del aconsejado. En la confrontación didáctica estos valores, sentimientos, conductas y actitudes los comparamos con lo enseñado en la Palabra de Dios y en la confrontación experiencial las discrepancias e inconsistencias se refieren a experiencias personales del aconsejado.
La existencia humana siempre tendrá una dimensión moral y cualquier proceso de consejería que evite enfrentar cuestiones éticas está condenado al fracaso. Es por eso que el aconsejado debe ser equipado para obrar en el mundo real y ese es un mundo de opciones morales.
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